viernes, 20 de agosto de 2010

Ahora que vuelven las clases, vuelven los panes.


Porqué producimos y porqué panes.

Ésta, la nuestra, es una lucha en contra de unas formas en la cuales se vive. Y como tal, es total o no es ninguna. Esto lo consideramos de suma importancia, ya que para solucionar los grandes problemas de las academias de enseñanza universitaria, tenemos que tener en cuenta que nuestras formas de relacionarnos no difieren tanto de la universidad. Para ponerlo más claramente, la Universidad es también un relación social, por lo tanto, es susceptible de reproducir desigualdades, marginaciones y explotaciones, no solo hacia “adentro” sino también hacia “fuera”.
Cuando nos propusimos encarar esto que es dar la lucha desde la vida misma, desde diferentes dimensiones de nuestra experiencia, nos topamos con la necesidad de financiar nuestras actividades. De más está decir que en un régimen político-económico, en un proyecto civilizatorio como el nuestro, en donde la materialidad le viene ganando a las otras dimensiones de la vida (como si esta división fuese posible), para entablar cualquier forma de vínculo es necesario el dinero. Así, como buenos materialistas nos propusimos afrontar la transformación partiendo desde acá, desde las formas instituidas de organizar la economía, la política, las relaciones en general, para después poder cambiarlas pero con alguna experiencia que ya tengamos en el proceso, no con alguna abstracción que no ha tenido experimentación ni práctica alguna.
Producir pan tiene estos elementos en conjunto, nos permite por un lado tener una entrada de dinero para realizar publicaciones, viajes y sustentar los gastos de la militancia, y también aporta al sustento de nuestros compañeros, ya que tanto la producción como la venta y distribución, son comunitarias. Para vencer a la individualidad neoliberal hay que suplantarla con otra forma, otra práctica de organización social, sino caeríamos en una lucha meramente enunciativa, reproduciendo (durante y después) las estructuras sociales que posibilitan la desigualdad, la marginación, la explotación, etc.
Pero eso no es todo. La producción tiene algo interesante como acto creativo y como base alimenticia. Como cualquier acto de producción que trata de emanciparse de las relaciones capitalistas de producción, hacer pan nos significa ser dueños de nuestros productos en tanto y en cuanto la producción es comunal, ya no en su intercambio en el mercado capitalista. Lo interesante es que cuando se vende entre personas allegadas y existe una cierta cantidad de producción local que circula entre una comunidad no muy grande, los productos llegan a destino con nombre y apellido, y la producción común también. Hay momentos que ni hace falta que se disfracen de mercancías, y por lo tanto, son siempre productos. Cada pan ha sido producido para ser intercambiado en determinado lugar y no en otro, voluntad o aspiración indivisible de su práctica, que busca liberarse de la necesidad de venderse fuerza de trabajo (entiéndase “ser explotado”) para poder subsistir.
La búsqueda “real”, la de suplantar las prácticas opresoras por otras que todos consideremos más justas, es la que nos hacen amasar. La autogestión puede comenzar en cualquier lugar, nosotros creemos que aquí es uno bueno.
Es así que el acto de producir se vuelve a unir con la creación. Y este acto creador tiene la peculiar característica de ser emancipador, profundamente liberador.
Liberador; porque es pan que nos alimenta todos los días. Porque es nuestro y nadie nos lo puede quitar, no importa lo que diga. Porque es también de todos los que quieran sumarse. Pero sobre todo porque este régimen occidental, burgués, patriarcal, capitalista, xenófobo, homófono, etc., que nos ha quitado hasta la propiedad de poder crear y les ha guardado ese derecho a los artistas elitistas, científicos intelectuales de café e incluso a esos trasnochados patrones que tienen tiempo para sus hobbies, que nos ha robado del día a día la voluntad trascendental de crear algo nuevo cada vez y nos arrojó a la repetición interminable de la producción, no nos va a quitar el pan.
Recuperar la unión de estas actividades humanas es también una de las metas. Porque en cada pan hay creación, hay producción…hay vida nuestra puesta ahí.

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