El 10 de agosto, la Comisión de Hacienda de la Facultad de Humanidades, elevaba un anteproyecto al Consejo Directivo para la organización y distribución del presupuesto 2010-2011. En este, se articulan algunas de las propuestas y discusiones que ya venían siendo entabladas en los pasillos de manera mucho más informal. Dicho anteproyecto estipula que el fondo estudiantil para trabajos de campo y asistencia/exposición en congresos será: primero, dividido entre el primer y segundo cuatrimestre de forma igualitaria (50% por cuatrimestre); segundo, administrado por escuela; y tercero, reformulados los criterios de asignación de fondos.
Como se asignaban fondos
Antes, la asignación de fondos era según iban llegando los pedidos, sin discriminar la cantidad de financiamiento que se había pedido por escuela, la cantidad de fondos por cuatrimestre, y los criterios eran simples, los estudiantes tenían que tener más de 2 materias en los últimos 12 meses o estar realizando un trabajo de campo con alguna materia/profesor para poder ser financiados. Como se ve, hasta el momento, la asignación de fondos para viajes de estudiantes carecía de una regimentación de carácter tan específico, por lo que sumándole la escasez general de presupuesto, tenemos un panorama en el cual, pasado el mes de agosto, los estudiantes de la facultad casi no teníamos forma de financiar estas actividades.
Como si esto fuera poco, las agrupaciones políticas estudiantiles tradicionalmente de derecha de la facultad, el Radicalismo y el PJ encarnadas específicamente en Franja Morada y Huellas respectivamente, aprovechaban la escasez para “benefactorizar” un derecho estudiantil. Organizaban viajes en las diferentes carreras a cambio de favores políticos como votos o apoyo, y lo hacían lo más temprano posible (en relación al calendario académico) para dejar sin financiamiento a los estudiantes que no respondemos a sus lineamientos políticos.
Este contexto posibilitó un disgusto extendido entre los estudiantes, quienes protestábamos y discutíamos en el seno del Consejo Directivo de la facultad, la posibilidad de hacer las prácticas fundamentales para nuestra formación científica. En el caso más radicalizado, los estudiantes de Antropología tomaron el Decanato de la Facultad en el segundo cuatrimestre del año 2009 con una serie de reclamos que no habían sido debidamente atendidos. Entre ellos estaba la falta de financiamiento, que se veía en crecimiento, para los viajes de esta carrera y la falta de claridad para la asignación de los fondos, ya que a principios de ese año, la agrupación Huellas había organizado un viaje para (algunos de sus “amigos” de) Ciencias de la Comunicación sacando $7000 del fondo estudiantil para viajes, imposibilitando, a Antropología, ser financiada por la facultad.
La reforma
El pasado 24 de agosto se aprobó en sesión ordinaria del Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades, que para el mes de marzo del año que viene: se realicen inventarios por escuela relevando las actividades más importantes a desarrollarse en el año y se seleccionen los que se consideren de mayor interés para que asistan sus estudiantes; se dividan los $73.000 del fondo estudiantil para trabajos de campo y congresos en $35.000 y $38.000 respectivamente; a su vez, estos fondos estarán divididos por cuatrimestre y por escuela, en ambos casos, equitativamente; y por último, de ninguna manera menos importante por estar en este lugar, la Comisión de Hacienda estará encargada de redefinir los criterios de asignación, especialmente la definición de lo que es un Trabajo de Campo y lo que no lo es. Toda esta regimentación estará en función de la cantidad de dinero que hacienda tenga a disposición, es decir que igualmente tendrá que ser esta comisión la encargada de recortar los fondos en función de cuanto vaya quedando por escuela y por cuatrimestre.
En principio parecen ser medidas bastante democráticas que buscan la mejor utilización del presupuesto, pero tenemos que hacer un análisis más profundo para entrever las potenciales consecuencias negativas que acarrean estas reformas sin una reflexión crítica.
Los fondos y decisiones, a las escuelas
En primer lugar es preocupante la decisión de “auto-inventariar” las escuelas, ya que cada una tendrá que optar, en función del poco presupuesto, cuales son los conocimientos dispensables de los que no lo son. La regulación de criterios para esta selección no fue objeto de las discusiones del Consejo, se optó por dejar estas cuestiones a las escuelas. Entonces serán estas las encargadas de elegir uno, con suerte dos viajes para la carrera que dirigen, convirtiéndose ahora ellas en las encargadas del sesgo científico. En los casos de carreras numerosas como Ciencias de la Comunicación, la selección de criterios y luego de viajes serán verdaderas discusiones internas a las carreras o verdaderos autoritarismos por parte de los grupos (“camarillas”, “tribus académicas”, “endogrupos”, etc) de docentes que dirigen la carrera. Por otra parte, y para tener en cuenta, este tipo de políticas traen a la memoria las estrategias propias de la tan discutida Ley de Educación Superior, específicamente la etapa de autoevaluaciones a las cuales son (paradójicamente) “auto-sometidas” las carreras. Todo esto acompañado a la decisión de que los fondos sean distribuidos y bajados a las escuelas para auto-administrar la poca plata que hay. De alguna manera, si el Consejo Directivo o la Comisión de Hacienda se quedan solo en esta reforma, le estarían “tirando la pelota” a las escuelas y “lavándose las manos” del conflicto, o es lo que aparece de manera superficial.
Los criterios de asignación de fondos
Ahora bien, en segundo lugar tenemos la estrategia de redefinir los criterios de asignación de fondos, aquí radica un ajuste de políticas que parece quedar eclipsado en relación a las otras dimensiones de la reforma. De alguna manera se guarda para la Comisión de Hacienda (y el consejo ya que es el que en definitiva vota) la decisión sobre lo que va a ser de aquí en adelante un trabajo de campo. La decisión última sobre cuales viajes serán financiados en función de su categoría o no como trabajo de campo, estará a carga de esta comisión, así que el desentendimiento sobre los fondos que parecería demostrar el bajado a las escuelas del mismo, queda acá aclarado como una autonomía limitada para las escuelas. Además, cabe preguntarse en función de que será evaluado si un trabajo de campo es tal o no, y una pregunta que se desprende casi sin mucho esfuerzo, ¿Tiene el Consejo Directivo y sus Comisiones (cualquiera) las competencias para afrontar una discusión epistemológica de este tipo, que incluso podría ser llevada a dimensiones Gnoseológicas de debate? O solo serán encaradas desde la inmediata necesidad de distribuir el poco presupuesto existente, lo que llevaría a conceptualizar los trabajos de campo de manera tal que pocas actividades científicas entren dentro de sus límites, reduciendo los potenciales viajes financiados.
El problema también es el presupuesto
Un dato a tener en cuenta es que el Rector de la universidad Víctor Claros, todavía no ha definido el presupuesto por facultades para el año, lo cual tiene a las diferentes facultades trabajando, básicamente, sobre deudas. Esto nos arroja un panorama de especulación constante sobre las políticas que, paradójicamente, se basan en la cantidad de fondos con los que se cuentan, o debiera decirse, en la cantidad con la que no se cuenta.
La reforma en si misma no es negativa ni mucho menos positiva. Mientras siga existiendo un presupuesto tan limitado como el actual, estás reformas solo tendrán el carácter de una lucha mezquina por el “reparto de la miseria”. Sus consecuencias son, potencialmente, profundizar las limitaciones científicas y la elitización del conocimiento, sesgando la educación pública para los sectores sociales que tienen menos oportunidades de pagarse un congreso o práctica científica. Paralelamente a estas políticas de reforma, gestión y administración, se debiera encarar una lucha continua por mayor presupuesto educativo. El problema es que la voluntad de los sectores practicantes del neoliberalismo académico ha dividido la gestión y la lucha, las ha opuesto como prácticas políticas. La lucha por más presupuesto es algo que sobre todo la facultad de humanidades se debe como política social, se la debe a sus estudiantes y a los jóvenes que quieren pero no pueden serlo.